Ese cedazo que
es la vida es una herramienta ideada para que el giro incesante de granza y
grano, mezclados sobre la trama de la batea, descarte lo superfluo y deje limpia de polvo y paja la
semilla, la sustancia.
¿Y si
finalizado el proceso descubriéramos que es más valioso lo descartado que lo
que con tanto ahínco habíamos buscado?
Vida
malgastada, esfuerzo inútil, oportunidad única, por irrepetible, perdida.
Ni aunque se
pudiera vivir dos veces la vida, no sería la primera igual que la segunda ni el
grano y la granza de la primera criba serían el de una segunda.
Pero vivir es
más que anotar meticulosamente ingresos y gastos en ese libro siempre negro de
la contabilidad cuantitativa.
También lo es
la satisfacción o el desencanto temporalmente experimentados al reflejar la
anotación parcial.
La amistad que
descubriste en el amigo cuando ya murió o la traición que ignorabas mientras
eras traicionado también giran en el cedazo mientras dura la criba.
¿Qué aliciente
tendría la aventura de vivir privada de la incertidumbre sobre las
consecuencias de cada acto, de cada afecto, de cada odio?
Con certezas
anticipadas y sin la imprevisibilidad del azar como determinante de las
consecuencias de una decisión, vivir sería un sinvivir,
Peor, un
aburrimiento.
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