Cuenta mi agencia
EFE que un pasajero de un tren arrancó
el lóbulo de la oreja de un mordisco a un interventor de Renfe que lo
sorprendió viajando sin billete, allá por Barcelona.
¿”Y con los
millones de desplazados por guerras, los millares de emigrantes que cada día se
ahogan en el Mediterráneo y la sequía goleadora
del Real Madrid”--se extraña mi único lector—“¿tu agencia pierde el
tiempo contando que un tío le da un bocado en la oreja a otro?
Su extrañeza revela
su ignorancia. Toda tragedia colectiva es consecuencia de la desgracia
individual que, al no ser corregida, se contagia progresivamente a toda la
comunidad.
El mordisco del pasajero supuestamente catalán al revisor de
la “Red Española Nacional de Ferrocarriles Españoles” (RENFE) encubre la rebeldía
de un pueblo contra la explotación a que se ve sometido por la administración y
las empresas de una potencia ocupante, en éste caso España.
Puede que algún
día, cuando se aluda al desentendimiento entre el gobierno regional de Cataluña
y el del resto de España, el largo episodio se conozca como “el conflicto del
mordisco”.
Como pasó en 1801con el enfrentamiento de
catorce días de duración entre España y Portugal que, por el ramo de naranjas
que Manuel Godoy le mandó a su reina y amante María Luisa, se conoce como
”guerra de las naranjas”.
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