LA
AGRESIÓN A INMACULADA
Si
los rojos creyeran la falacia de que todos somos iguales en la que fundamentan
su doctrina, millones de sus secuaces se habrían echado a las calles para
condenar en agitadas manifestaciones la paliza a Inmaculada Sequí.
A
Inmaculada, una mujer de 19 años con aspecto de niña, la tuvieron que internar
sin sentido en un hospital para tratarla por las heridas y lesiones de los
energúmenos que la agredieron al grito de ”fascista” cuando salía de su casa
para ir a la universidad.
Si
los agresores la hubieran atacado por “roja” y no por “fascista”, las comedidas
condenas a la agresión habrían originado multitudinarias manifestaciones
callejeras.
Y
es que los rojos exigen que todos sean como ellos pero rechazan que ellos puedan
ser como todos.
“Fascista”
es el apelativo con que los rojos descalifican a los que no sean comunistas, que ahora se identifican a sí
mismos como “demócratas”.
Fascistas
y comunistas no siempre fueron enemigos y, de hecho, fueron aliados desde
Agosto de 1939 hasta Junio de 1941, los meses más cruciales de la Historia de
la Humanidad en los pasados dos siglos.
El
enfrentamiento que rompió esa alianza coyuntural entre el régimen comunista del
ruso Stalin y el nazifascista del alemán Hitler era inevitable, no por sus
discrepancias sino por sus coincidencias.
Rojos
y nazis compartían el mismo objetivo ilimitado de conquistar naciones y
pueblos, ambos fundaban sus regímenes en el sometimiento de la ley a las
necesidades de sus políticas y los dos consideraban al ciudadano herramientas
que se usan o desechan según convenga a la sociedad en construcción.
Entre
esas dos maneras esencialmente idénticas de articular la sociedad, el comunismo
ha demostrado que es más fuerte y dañino que el nazismo.
Para
erradicar el nazismo bastó la derrota militar del país desde el que se difundía,
pero el comunismo sigue contaminando a pesar de su desaparición en la URSS,
China y los países de Europa Oriental.
Solo
sobrevive oficialmente en Corea del Norte y Cuba pero el soterrado virus
comunista todavía provoca erupciones esporádicas en el mundo.
Y
el virus nazi-comunista que inocularon a la sociedad todavía sigue patente : de
vez en cuando, como en el caso de la agresión a Inmaculada, se disfrazan con el
mismo uniforme para castigar a los que se resisten a ser rufianes.
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