Esta tragedia
que nos acongoja, la de los habitantes de una región de España que se empeñan
en no ser españoles, evoluciona inexorablemente al folletín y a la comedia
chusca.
Porque, según
la ley, ningún nacido en España puede ser privado de la nacionalidad española,
a cuyos derechos puede renunciar con la misma libertad con la que puede
recuperarlos.
Y, mientras no
renuncie a la nacionalidad española, el ciudadano español de Cataluña seguirá
siendo ciudadano de esa cosa que, con un nombre u otro, es el Mercado Común.
Es decir, que
mientras un ciudadano español nacido en Cataluña no renuencia expresamente a su
ciudadanía española estará acogido a los derechos y obligaciones de ciudadano
comunitario.
En definitiva,
que políticos y periodistas nos tienen a todos con el corazón en un puño por la
posibilidad de que sea real algo tan imposible como que el infierno se congele.
¿Qué maligno
propósito tiene, pues, la machaconería
con que nos obligan a preocuparnos desde hace años y a angustiarnos en los
últimos meses?
Sólo puede
sospecharse una razón:
Que políticos
y periodistas, los dioses malos del moderno Olimpo, se proponen acabar con la
raza humana, doblemente perversa por española y humana.
Como los dioses
malos del Olimpo que querían acabar con el hombre ,con confundirles la mente basta.
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