Si los
políticos dedicaran a verla la décima parte del tiempo que malgastan en decir
por televisión lo buenos que son ellos y lo malos que son sus adversarios, se
quedarían sin trabajo.
Por ejemplo:
la incontenible invasión europea de fugitivos de los conflictos de Oriente
Medio, que los políticos no resuelven porque no quieren.
“Lo que
pedimos es que paren la guerra en Siria, no que nos dejen entrar en Europa”
aclaró a los políticos europeos un preadolescente sirio entrevistado por la
televisión.
La invasión de
la pacífica Europa por fugitivos de las guerras de Oriente Medio se añade a la
de los empobrecidos de Africa en busca del bienestar del que en sus países
carecen.
Dos de los
cuatro jinetes del Apocalipsis ya trotan por Europa: el negro del hambre y el
rojo de la guerra.
Evitar que aparezca el caballo bayo de la
muerte depende de la voluntad de los
europeos y sus líderes: si dan suelta al caballo blanco, el de la victoria, la
supervivencia es posible.
Pero el
caballo blanco que ponga fin al peligro tiene que galopar donde el hambre y la
muerte se originan y no donde se remedian: en los ricos países africanos de
donde huyen los hambrientos y en los convulsos de Oriente Medio, de los que la
guerra expulsa a los que quieren la paz.
Las empresas
multinacionales a las que los antiguos estados coloniales encargaron la defensa
de sus derechos económicos deberían reintegrar a sus administradores originales
la responsabilidad de capacitar para el autogobierno a los pueblos de esos países.
En Oriente
Medio, que los gobernantes de los paises
en los que buscan refugio los que huyen de la guerra empleen parte de la fuerza
militar que les sobra para apaciguar los excesos violentos de los fanáticos.
¿Qué por qué,
si es tan fácil resolver esos problemas no los resuelven los políticos?
Por miedo a
que la solución les cueste votos, un temor del que carecen los que originan los
conflictos.
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