Desde que se
dejó seducir por la pandilla de pretendientes que le prometieron amor para
quedarse con sus jayeres, España pasó de madre a madrastra patria.
En justa
correspondencia, sus amantes hijos dispuestos hasta entonces a dar la vida por ella,
ahora la detestan porque favorece a sus amantes en perjuicio de sus hijos,
Tanto han
llegado a aborrecer a su antigua madre que, cuando se refieren a ella, ninguno la llama por su nombre, España, y para
que sus labios no se contaminen con la palabra que antes pronunciaban con
orgullo, ahora dicen “el estado” o “este pais”.
¿Y cuales son
las consecuencias?
La primera que,
cuando cualquiera de los pretendientes comparte durante 40 años la cama conyugal, la consorte se
le hace tan insoportable que la echa del dormitorio.
Y la ahora
madrastra y antes madre, ¿por qué no pone orden en el desorden y aplica a los díscolos
un correctivo tan severo como el desacato merece?
Porque dirían
de España que hay que ver y que la severidad del castigo excede la liviandad de
la afrenta y, lo peor, que no es democrático forzar a cumplir las normas de la democracia
a quien con la fuerza las haya violado.
Y,entonces, ¿qué?
Pues eso, que
ni las secesiones dejarán de cuartear España hasta que España deje de existir, ni Benítez sentará en el banquillo
de los reservas a Cristiano Ronaldo.
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