lunes, 5 de octubre de 2015

LA DICTADURA Y LA DEMOCRACIA



A los que no peinamos canas porque la calvicie nos ha dejado hasta sin canas que peinar no nos la dan con queso.
En sentido literal porque el queso es uno de los manjares prohibidos en nuestra estricta dieta y, en el figurado, porque sabemos que el tiempo no cambia nada.
Es el paso del tiempo el que hace que cambie nuestra percepción del paisaje y del paisanaje del que formamos parte.
¿Y cual ha sido el cambio más llamativo en los años de los que tenemos memoria?
Seguramente, por lo que se oye, que hemos pasado en España de la Dictadura a la Democracia.
Si consiguiéramos aislar la rimbombancia de esos dos conceptos antagónicos,  llegaríamos a una desoladora conclusión:
Ni el franquismo fue una feroz dictadura ni la democracia es el plácido sistema que proclaman quienes lo manejan.
Y es que  en sus 3.000 años de historia documentada los españoles han vivido obligados a obedecer al que mandara, sin otro desahogo que quejarse de la tiranía por lo bajinis o en voz alta.
Ese, precisamente, es el factor diferencial (qué bien suena) entre democracia y dictadura: que en la primera puede uno decir lo que no le gusta y, en la segunda, la prudencia aconseja que no se lo diga ni al confesor.
Pero, en voz alta o baja, en democracia o dictadura, el que mande en España hace y hará lo que le dé la gana.

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