Un suponer: un
trabajador de la Peugeot se cambia a la Citroen porque gana más, le queda más
cerca de su casa o porque le da la gana.
¿Se extraña alguien?
¿Lo critica alguien?
Entonces, ¿por
qué se extrañan y los periódicos publican
como algo insólito, que Irene Lozano se
cambie de UPyD al PSOE?
Seguramente porque
todavía no se han dado cuenta de que un profesional de la política es un
trabajador por cuenta ajena que trabaja donde le paguen más, lo traten mejor, esté más a gusto o se sienta
más realizado, que es la imbecilidad de moda para justificar que uno deje de
ser lo que es para ser una cosa diferente.
¿Engaña Irene
Lozano a los clientes de UPyD, a los PSOE, o a los que creían que la política
es una profesión abnegada en la que hay que hundirse con la empresa, y no abandonarla
por otra que te ofrezca mejores garantías
laborales?
Ese halo de
desprendimiento y sacrificio en el que los ingenuos habían equiparado al político
con una especie de sacerdote que aguanta, sufre, y soporta insatisfacciones como
inconvenientes más que compensados por la fidelidad a su vocación ya no se da ni entre
los curas.
Cuanto menos entre
los que se dedican a la política porque es un medio de vida más brillante, más
satisfactorio y menos sacrificado que la albañilería.
Y ¿no ha tenido en
cuenta Irene a la Patria, el Bien General, el servicio a sus conciudadanos?
Pues no. Eso sólo
mueve los catalanes que prefieren ser cabeza de ratón a cola de león.
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