En los tenebrosos
años de Franco a todo el que se atrevía a elogiar la democracia le costaba un
disgusto.
En estos diáfanos
tiempos de la democracia, a todo el que se atreva a elogiar a Franco le cuesta
un disgusto.
¿Les va mejor a los
indiscretos con la democracia, o les iba
mejor a los indiscretos con el franquismo?
Pues mire usted: al que le va bien con cualquier sistema es al
que aplaude al que manda y aborrece al que no mande.
Esa es la fórmula
mágica para conseguir, si no la felicidad, al menos la tranquilidad, requisito previo e
indispensable para ser feliz.
Pero ojo: es más
peligroso aplaudir a destiempo que no aplaudir a tiempo.
Así que la
democracia, aberración antinatural hasta hace cuarenta años, es ahora condición
indispensable para que el ciudadano sea un buen ciudadano.
Pero si la
dictadura prohibía la libertad política, y perseguía el derecho de cada uno a
pensar y decir lo que quisiera, ¿por qué a la democracia no le gusta que se
hable de la conveniencia de la dictadura?
Elemental: porque
la dictadura propone acabar con la democracia.
¿Y no acabó la
democracia con la dictadura?
--Usted es un
franquista peligroso porque no sabe siquiera lo que le conviene.
--Para eso está
usted, para obligarme a aceptar la
democracia, como Franco obligaba a aceptar su Dictadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario