El imán dirige
la oración de los creyentes musulmanes. No necesita estudios específicos
previos para acceder a esa posición.
De hecho, cada
comunidad musulmana escoge a su propio imán sin criba jerárquica, sin títulos
ni apoyos ajenos a sus seguidores.
Los imanes más
influyentes son los que cuenten con
mayor número de seguidores, los que
arrastren a más creyentes con su particular interpretación de los textos de su
libro, El Corán.
En el Islam no
está estructurada la jerarquía porque la influencia en la comunidad no depende
del inexistente orden jerárquico que estructura a otras creencias, como el
judaismo o el cristianismo.
No hay
diáconos, sacerdotes, obispos, cardenales o papas como en el cristianismo, ni las
dos grandes autoridades religiosas judías
que dirimen cuestiones legales internas y ocasionalmente representan a sus
comunidades:
La Rabanut HaRashi (el Gran Rabinato Ashkenazí de Israel) y HaRishón LeTzión (el Gran Rabinato Sefaradí de Israel).
La Rabanut HaRashi (el Gran Rabinato Ashkenazí de Israel) y HaRishón LeTzión (el Gran Rabinato Sefaradí de Israel).
Al carecer de estructura jerárquica, son los imanes con
mayor número de seguidores los que ejercen mayor influencia entre los
musulmanes.
Los creyentes poco ilustrados responden por lo general más
ardorosamente a los sentimientos de repulsa y odio a los diferentes, que a lo de
perdón y concordia.
Puede que eso explique por qué todas las conmociones
transformadoras del Islam, como la que ahora se está operando, tiendan a la
radicalización de su doctrina.
Cristianismo y judaismo acomodan la práctica religioa a
los cambios operados en la sociedad. El Islam corrige los cambios que la evolución de la sociedad
haya operado en los creyentes.
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