¿Será verdad que
la cara es el espejo del alma?
Si lo fuera,
la de Artur Mas mientras escuchaba a Inés Arrimadas en la sesion de investidura
del parlamento catalán retrataba a un cínico que, desde su superioridad de
jinete, menospreciaba al perro que le estaba ladrando.
¿Era la
autosuficiencia del sabio que pierde el tiempo
oyendo a un bobo?
Parecía más la
de un ser superior que tolera las impertinencias de un espécimen
manifiestamente inferior.
La de Artur
Mas era la actitud de un racista doble: por catalán y por mandamás de
Convergencia, el partido que por
encarnar a Cataluña, es más que los partidos catalanes y, por supuesto, que el de
los los ruines subhumanos que no hubieran nacido en Cataluña.
Parece que esa
conciencia de superioridad no es exclusiva del líder Más.
Uno,que se junta
cara a cara más bien poco con sus
conciudadanos, juzga lo que son por lo que les oye y les ve, cuando nos perdonan
la vida en televisión a los que tenemos la desgracia de no ser catalanes.
La tolerante
sonrisa y la condescendiente benevolencia de esos políticos catalanes que nos
explican que dos y dos son cinco, y no cuatro como creemos los no catalanes, son
Arturos Mas salidos de la misma cinta de montaje de la que salió su líder.
Así que a los infelices
que tenemos la desgracia de no haber nacido en Cataluña no nos queda otra que resignarnos
y agradecer a Artur Mas y sus nacional catalanistas
que regulen bien la temperatura de los hornos a los que,por no haber nacido catalanes,estamos
predestinados.
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