En ésta Palma del
Río en la que me nacieron se repiten fatalmente dos acontecimientos anuales: hasta
los más circunspectos se enmascaran en carnaval y hasta los temporeros más dóciles
se declaran en huelga en la época de recogida de la naranja.
Ya ha empezado éste
año lo segundo: espoleados por los mismos sindicatos que sustentan su ideología
en la hermandad de la clase obrera contra la explotación capitalista, los
recolectores invocan la primacía de la patria de origen como los burgueses, sus
enemigos de clase.
Los temporeros
de la recogida de naranjas y sus sindicatos reivindican dos principios en los
que fundamentan su lucha: que la mayor demanda de trabajo justifica un aumento de
sueldos y que los explotados por la derecha tienen la obligación comun de
rebelarse contra los explotadores.
¿Qué pasa,
entonces, por estas fechas, en Palma del Río?
Que llegan cuadrillas
de recolectores forasteros (¡ y hasta extranjeros!) que cosechan las naranjas por
salarios más bajos que los nativos.
Se acabó la
igualdad de clases. Rebrota el añejo concepto de patria en que se escudan los
explotadores capitalistas para oprimir a los sin tierra.
La famélica
legión deja de alzarse al unísono contra la burguesía, el clero y la aristocracia
explotadora.
La manada deja
de acometer unida y cada lobo se come la oveja que puede.
Los obreros,
como los falsos capitalistas, dejan de lado la libre competencia y se
restablece el instinto sobre la razón. El hombre es el lobo del hombre.
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