"El hombre
es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios muestro Señor, y
mediante esto salvar su alma” (San Ignacio de Loyola)
Lo dijo San
Ignacio y punto en boca. ¿Por qué?
Pues porque San
Ignacio creó la compañía de Jesús, la herramiena más eficaz para defender la fé
y para educar a quienes, sin vestir hábito, deben hacerlo.
Jesuita, y
además argentino—los argentinos son los jesuitas que marcan el camino de la sabiduría
a los que tengan la desgracia de no ser argentinos—es el Papa Francisco, cúspide
de la pirámide humana.
Ni San Ignacio
(“fundador sois Ignacio y general de la compañía real que Jesus con su nombre
distinguió”) ni Francisco, que por ser Papa es infalible, pueden equivcarse ni
recomendar a los simples humanos lo que no sea recomendable.
Así que los equivcados
tienen que ser los que desoyen la recomendación de San Ignacio para cumplir la
obligación que les fue impuesta para nacer.
¿Quienes son
esos rebeldes al mandato divino interpretado por San Ignacio?
Los que
engañan, roban cuando creen que no los descubrirán, matan cuando esperan que no
los enjuicien, viven sin trabajar del trabajo de los demás, fornican para no
tener descendencia, abortan cuando incomoda la descendencia indeseada y adoran
al jefe no porque sea jefe, sino para que los mantenga como subordinados.
En definitiva
que San Ignacio de Loyola no era demócrata porque mandaba hacer a la gente lo
que a la gente no le gusta, en vez de mandar lo que le guste a la mayoría de la
gente.
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