Cuando
mi ya dura cabeza
en
el bautizo lavaron,
para
imponerme Miguel
como
nombre distintivo
que
señalara el destino
que
me estaba reservado,
con
el más feroz berrido
con
que un infante irritado
pueda
ensordecer la nave
el
atrio y el campanario
de
la iglesia en que el bautizo
se
me estaba administrando
habría
aullado furibundo:
¡Yo
quiero llamarme Pánfilo!
“Jesús”
preguntaría el cura,
mas
que curioso, irritado,
“¿Y
no es mejor San Miguel,
para
que asuste al Diablo?”
“San
Miguel”, diría yo,
“Es
un fascista, un sicario
que
en vez de usar el diálogo,
para
llegar a un consenso
con
el que cree adversario,
tira
de espada y agrede
para
imponer su ideario.
al
que discrepa y defiende
un
argumento contrario”.
--“Tienes
razón”, diría el cura,
“Eso
sería democrático
pero
si el que ya es tu patrón
fuera
demócrata y pánfilo
ni
todo el oro del mundo
pagaría
lo que ha costado
el
gas, la leña o el pellet,
para
mantener sin uso
el
infierno, derrochando
lo
que vale la energía
que
hoy por hoy es lo más caro”.
--“Ni
modo” yo hubiera dicho,
expresión
de mexicanos
que
de esa manera admiten
que
es un error, un fracaso,
empeñarse
en que es posible
lo
que imposible es lograrlo.
Y
es que hacer lo que hay que hacer
cuanto
antes, sin dudarlo,
es
mejor que discutir
eternamente,
dudando,
si
el mdo de resolverlo
es
o no es democrático
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