¿Puede un no
votante convencido aconsejar a un votante indeciso a qué candidato debe o no
debe votar?
Puede y debe.
Como el cura
que sea fornicador consuetudinario puede y debe advertir al penitente de que
fornicar es pecado.
Así que, aunque
solo haya votado en dos ocasiones (si por votar se entiende entregar a la mesa
el sobre con la papeleta que a uno le haya dado su hija) voy a aconsejar con la
conciencia limpia a quién no deben votar el 20 de diciembre.
Hay que
descartar a los rojos en primer lugar: ¿Porque son rojos?
No señor:
porque se empeñan en que todos somos iguales, negando la evidencia de que todos
somos distintos unos de otros y de que, hasta una misma persona, puede y es
diferente un momento después a la de un momento antes.
No solo eso: se
empeñan en igualar por abajo y no por arriba, desestimulando el impulso natural
de la superación individual, que conduce a una sociedad mejor y no peor.
En segundo
lugar, desconfíen de los que sin haber tenido oportunidad de dejarse seducir
por la placentera tentación de meter la mano en la bolsa pública, condenen a
los representantes de los partidos que se quedaron con dinero que no es de
nadie en particular, porque es de todos en general.
Apuesto el
negro de mis uñas a que los que no se han corrompido porque no han tenido
ocasión de corromperse lo harán con mayor ímpetu que los que ya han moderado su
rapacidad, saciada en parte por lo que ya han robado.
(Como andaluz
que lleva ya varios meses sometido al gobierno de un partido experto en meter
la mano, cuidadito con los partidos que los apoyan y, por asentimiento,
permiten que se sigan forrando).
Esos partidos
(es evidente que me refiero a Ciudadanos) son cómplices de corrupción y, además,
son tontos porque la corrupción que propician no los engorda.
¿A qué partido
votar entonces?
A cualquiera de
los dos que ya han gobernado España: Populares o Socialistas.
Ya tienen
experiencia de gobierno y por lo tanto, sus ansias de rapiña menguadas.
Y, sobre todo,
porque a gobernar, como a comer, se aprende. No hay pelón de hospicio que
saboree como un sibarita la exquisitez de una buena sopa de ajos.
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