Los españoles a
los que todavía no hayan convencido los partidos de izquierdas de que todos
somos iguales, caerán de su burro gracias a los políticos de los partidos:
todos son corruptos si han gobernado, y potenciales corruptos si no lo han
hecho.
Ahí tienen a
Ciudadanos y Podemos: todavía no han tomado posesión de sus limitadas
responsabilidades políticas y ya apestan a corrupción algunos de sus
teóricamente incorruptibles.
Ha bastado con
que sus partidos los colocaran donde hubiera posibilidad de meter la mano para
pasar de acusadores a acusados.
Y es que virtuales
corruptos sómos todos los humanos, seamos del partido que seamos: sólo está
libre de la tentación de quedarse con lo que no es suyo el que no tiene
oportunidad de hacerlo.
Así que, si la
honradez de un partido era un factor determinante para convencer al votante de
que lo vote, el votante indeciso debería cambiar de criterio para escoger al
aspirante a gobernar.
Desechada la
confianza en la honradez del candidato, sobran motivos para adoptar una
decisión: la simpatía, el atractivo físico, su madridismo o antimadridismo, la
elegancia de su vestimenta, sus gustos musicales, su pelambrera o calvicie, la profesión
de su cuñado, etc etecé.
Cualquier
motivo es válido para votar a uno o a su adversario. Cuando ejerzan su cargo lo
harán tan malamente unos como otros.
Y, sobre todo,
votar es una de las pocas ditracciones por las que no hay que pagar.
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