¿Qué se puede
hacer frente a una revolución?
Lo más
conveniente para el que tema salir perjudicado es sumarse a los revolucionarios
con comedido entusiasmo, para que no sospechen que el camisa vieja imprevisto
esconde a un contrarrevolucionario.
Para los incapaces
de disimular su aversión a la revolución se aconseja esperar tranquilamente a
que pase el fervor inicial porque toda revolución, en cuanto triunfe, tiende a
moderarse a medida que a los revolucionarios les convenga conservar lo que
ganaron.
A lo largo de
la historia y a lo ancho del mundo se ha demostrado que los revolucionarios de
hoy son los conservadores de mañana porque, una vez logrado lo que querían
conseguir, se obsesionan en conservar lo que nuevos revolucionarios les quieran
quitar.
En México, ese
pais singular, tremendo y siempre revolucionado porque los mexicanos nunca han estado conformes con los logros de su
última revolución, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se atrevió a
intentar la revolución permanente:
Hasta se
bautizó con la paradoja de calificar como Institucional su Revolución. Está
claro que lo instituido anula lo revolucionario y lo revolucionario contrapesa
a lo instituido.
Así que,
españoles, tranquilos. Pongamos una generosa bola de opio en la pipa y fumémosla
sin preocuparnos demasiado por la Revolución de los Podemitas.
Ya llegará el
día en que, para abstraerse de la inquietud con la que amenacen sus conquistas
revolucionarias otros revolucionarios, serán ellos los que se encierren en su
fumadero.
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