Estoy hasta mi
semítica nariz de casi todo pero lo que me sublevaría, si no fuera demasiado
fatigoso sublevarse, sería lo de las modas, sus catálogos y, sobre todo, sus
modelos.
Todos y todas
son jóvenes, esbeltos, bonitos de cara y proporcionados de tipo.
Los y las
modelos son raros especímenes que, en pelotas, estarían tanto o más vistosos
que con las ropas que anuncian.
¡Vaya mérito el
de los modistos! Se las rebuscan y ganan un dineral haciendo atractivos a los
que ya lo son.
Es como si un
plato de jamón de montanera necesitara estar bien ordenado en el plato para que
sepa mejor al engullirlo.
Que echen en el
plato un guiso pegado e incomible lo sirvan y lo adornen con el mayor esmero, a
ver si consiguen que sea un manjar para un inapetente crónico.
Que se atrevan
los modistos a hacer bonito a un viejo tripón, arrugado, desdentado, paticorto,
calvo y con los ojos llorosos por un catarro incontenible.
Estaría bonito,
únicamente, dentro de una caja de caudales cerrada e instalada en un salón a
oscuras.
Y ni así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario