Los que se
enorgullecen de hacer historia están equivocados. Lo siento.
Solo están
repitiendo lo que ya ha pasado en la Historia de la Humanidad.
Por ejemplo:
¿No les recuerdan esos 3.500 podemitas concentrados en Sabadell para permitir o
impedir la independencia de Cataluña a aquellos 300 greco-espartanos que hace
2.500 años frenaron en el paso de las Termópilas a los invasores persas?
La sangre que
los griegos derramaron en aquél paso punteado con fuentes de aguas calientes
encumbró a Filípides, el que cayo reventado por su esfuerzo de correr 37
kilómetros para anunciar la victoria griega.
Trescientos
decidieron en las Termópilas la suerte de Grecia, de donde el mundo heredó esa
utopía moderna apodada democracia, que consiste en que, como todos somos
iguales, todos somos responsables de trazar el destino común.
Los 3.577
podemitas anónimos enclaustrados en Sabadell son los nuevos termopolitanos.
Sólo pasará a la Historia, si es que pasa, el nombre del que anuncie si
Cataluña será Una, Grande y Libre o seguirá siendo parte de Una todavía más Grande
y más Libre.
Impagable
regalo el de los termopolitanos de antes a los termopolitanos de ahora: toman
en sus conciencias y en sus manos el futuro del todo, del que son una parte
insignificante.
Y es que, como
todas las grandes falacias, es un engaño definir a la democracia como el más
ecuánime sistema de gobierno.
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