La navidad es
la celebración festiva más justificada del año:
Para los
cristianos porque rememora la materialización de un concepto abstracto y, para
los que no lo son, porque festeja el nacimiento de un niño que, como todos los
niños, supone la renovada esperanza en la perpetuación de la vida humana.
Cada niño que
nazca puede ser redentor de las tribulaciones que atribulan a la
humanidad en el momento de su nacimiento.
Por eso,
impedir que nazca un niño es, además de una tragedia personal, una torpeza
universal.
¿Quién puede
garantizar que el niño que quiere nacer y no lo dejan que nazca, no podría resolver,
si naciera y creciera, alguna de las tribulaciones que los humanos padecen
desde que el hombre deambula por la tierra?
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