No hace ni un mes
que el gobierno dejó de gobernar y ésta España es ya un quilombo sin cafiche,
en el que la luz de los carburos saca brillo malevo a la hoja de las facas.
¿Qué cabe esperar
depués de que alguien llame desecho a otro?
¿Qué maldad podrá
idear el otro para ofender equitativamente al alguien?
¿Y por qué este
vivo sin vivir en mí que es un gobierno que gobierna sin que se note, que dice
jesús cuando alguien estornuda pero no
le da una aspirina para evitar que se resfríe?
Todo consecuencia
de ese amagar y no dar que es la apodada democracia, en la que el que manda
pide perdón por mandar, y culpa de las injusticia de sus decisiones a los que
las sufren, porque fueron los que lo obligaron a mandar.
Y es que estos
pusilánimes de la democracia, que mandan porque les mandan que manden y piden
perdón si lo que mandan le molesta a alguien, no sirven para lo que el Destino los predestinó: mandar
cruel, implacablemente, sin preocuparse porque sus decisiones puedan costarle
el cargo.
Que emulen a José Pinheiro de Azevedo, el almirante sin
miedo que, siendo primer ministro de Portugal, declaró en huelga a su gabinete
y mandó ¡a merda! a los manifestantes que lo tildaban de fascista.
Con políticos así,
a ver qué futbolista tiene cuajo para llamar desecho a su colega.
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