La morriña
entristece el alma del que la saborea, saudade es nostalgia pasiva de lo que se
tuvo y no se tiene y añoranza es un tenue anhelo imposible: que el pasado sea
presente y el presente pasado.
Debería
consultar a un sicoloco para que me diagnostique si, como me temo, sufro un
desajuste mental y, en caso afirmativo, si es morriña, saudade o añoranza.
Esta es la
sintomatología que me ha inducido a una decisión tan radical:
Llevo
demasiados años tan saturado de oir hablar de política que hasta podrían parecerme
discursos electorales los inminentes requiebros primaverales de la mirla.
A mí, la
denostada dictadura no me parecía ni bien ni mal hasta que me fuí a estudiar a
Madrid, donde me contagié de la incipiente epidemia antifranquista.
¿Cómo se puede
rechazar lo que se desconoce? ¿Cómo se puede escoger entre la cara y la cruz de
una moneda, si uno ni se ha fijado en que la moneda tiene un dibujo en el
anverso diferente del reverso?
Hasta mediados
los sesenta, los llamados españoles por vivir en un país conocido antiguamente
por España, hablaban de cosas trascendentales: fútbol (Real Madrid o Atlético
de Bilbao) y toros (El Cordobés o Manuel Benítez , conocido en el pueblo en que
los dos nacimos como El Renco).
A partir de
entonces, los españoles solo hablan en general de política y, en particular de
democracia.
(Tanto ignoran
los asuntos de los que hablan que todavía se creen que los políticos sacrifican
sus intereses personales en favor de los interereses de los ciudadanos).
Medio siglo
oyendo a todos hablar de política, evidentemente, son suficientes.
Ya es hora de
volver a hablar de asuntos de más enjundia: “paulo maiora canamus” (cantemos a
asuntos más elevados), que dijo Virgilio.
Y que el
fútbol (Real Madrid) centre las conversaciones de los españoles.
De toros, ni
pensarlo. Es una salvajada más salvaje que el terrorismo islámico que, al fin y al cabo, solo mata a personas y
no a animales.
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