Una paciente investigación sobre
los síntomas visibles que alerten de la amenaza de un revolución en ciernes con
tiempo para atajarla lleva a la conclusión de que el prerevolucionario se delata
al prescindir de una prenda característica de la sociedad.
Los sans culottes franceses prescindieron
de los culottes ajustados de la burguesía y los podemitas de las corbatas de
los explotadores españoles de hasta hace poco.
Como en estos tiempos está mal visto
guillotinar a los que obstaculicen su
revolución, se les engaña, que es como guillotinar su inteligencia.
Que se lo pregunten a Pedro
Sánchez, esa fuerza bruta y atlética de la naturaleza a la que el escuchumizado
Pablo Iglesias le formó gobierno a traición, como un llanto de auxilio para que
lo escuchara (“para qué quiero llorar si no tengo quien me oiga”).
Pobre Pablo Iglesias. descorbatado,
desvalido y tan ignorado por los suyos que se ve obligado a recurrir a extraños
venezolanos e iraníes para le den el dinero necesario para su revolución en
España.
Afortunadamente, ni iraníes ni venezolanos
exigen a Iglesias que les retribuya el favor, una vez encumbrada su revolución
española.
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