Robar es una actividad humana muy antigua,
placentera y peligrosa: Si te sorprenden robando te la cargas, a menos que el
ladrón sea más fuerte que la víctima.
Entre esos
ladrones con bula para robar se encuentran, naturalmente los gobiernos de esos países
de habitantes masoquistas que, cuanto más los haga sufrir el gobierno, más
respaldo le dan.
Son los países
que implantan ese sistema apodado democracia.
Un suponer: la
gente está hoy (o debería estar) contentísima, porque ese fluido que permite
activar su economía, llamado petróleo, se cotiza a 28,24 dólares el barril y al
llenar el depósito de sus coches lo paga a algo más de dólar por litro.
El 15 de Julio
de 2008, cuando el precio del barril era de 145 dólares, el litro de gasolina
costaba 1,30 dolares.
Como se supone
que el avance imparable de la tecnología habrá permitido en éstos ocho años
abaratar los costes de extracción, transporte y refinado del crudo para convertir lo que sale del subsuelo
en lo que permite a los vehículos rodar por el suelo, las gasolineras deberían
incentivar el consumo de sus carburantes regalando un chupa-chup al que se lo
lleve gratis.
Dicen que la
culpa de que la gasolina no baje proporcionalmente a lo que ha bajado el precio
del barril de petróleo es culpa de los impuestos con que los carga el gobierno.
Debe ser
verdad porque la existencia del gobierno se justifica por la imperiosa
necesidad de los ciudadanos de que le hagan la vida tan poco placentera que
vivir sea morir a plazos.
Pero puede que
no sea solo culpa del gobierno este sinsentido. Las compañías extractoras,
transportadoras, transformadoras, distribuidoras y vendedoras de los derivados
del crudo cada día son más prósperas.
El que
proporcionalmente se beneficia menos es el consumidor, el pagano.
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