El programa de gobierno que ha presentado Podemos para que el PSOE lo
rechace y el sin gobierno de ahora desemboque en unas elecciones que el partido
de Pablo Iglesias confía en ganar, proclama el derecho de los españoles a que
se les diga “la verdad”.
Seamos ingenuos
por una única vez y admitamos que es simultáneamente verdad lo que dice uno y
oye otro.
Hay una
solución práctica para lograr la rara
coincidencia: decirle al que oye lo que está deseando oir.
Esa fórmula es,
ni más ni menos, que la aplicación teórica de la degeneración práctica que
sustenta la democracia: es verdad lo que la mayor parte de los ciudadanos votan
que es verdad.
¿Y qué es
verdad para la mayoría, en la que los descontentos abundan más que los
satisfechos?
a) Que todos
los ciudadanos, por derecho de ciudadanía, son iguales y tienen el mismo
derecho a disfrutar los beneficios de la sociedad, sin diferencia entre los que
hayan aportado mucho y los que hayan aportado poco.
b) Que los que
aporten menos tengan el mismo derecho a decidir en qué y cómo gastar lo que
entre todos hayan contribuido.
Como a la
mayoría los tienta disfrutar de lo poco
que hayan contribuido tanto como el que más haya aportado, la consecuencia es
inevitable:
Los que ahora
contribuyen más y se benefician lo mismo que que los que aportan poco o nada,
dirán que ¿para qué esforzarse?
¿Es esa la
verdad a la que, según el documento emitido ayer por los Podemitas de Pablo
Iglesias, los españoles tienen derecho a que se les diga?
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