Ay, este Rajoy
que nos sigue goberrnando….
Va y se le
ocurre, como único cambio de tantos que tenía que haber hecho en España, el de
dejar que la justicie se libere de la tutela política, aunque debería haber
sabido que su partido iba a ser el más perjudicado por su ocurrencia.
Y es que habrá
sacado brillantemente todas las oposiciones, pero no aprendió en la universidad
de la vida lo más importante que hay que saber para vivir: que solo debe
reformarse lo que perjudique más al adversario que a un o mismo.
Si sólo hubiera
vivido en Andalucía un cuarto de hora le habría aprovechado más que toda una
vida de estudios teóricos sobre el registro de la propiedad de otros .
¿En qué momento
de obnubilacion aprendió esa tontería de que
el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial son autónomos e independientes
unos de los otros?
Desde un cuarto
de hora antes de que los turdetanos descubrieran que tener el poder significa
que el poder no se comparte, en Andalucía se sabe que si no controlas y ejerces
todo el poder eres un papa frita, un rejú, un chisgarabís.
Juezas Alaya a
la Junta de Andalucía….
La modosita y
eficaz jueza aprendió, como no aprenderá nunca Rajoy, que es tan modoso como
Alaya pero todavía más torpe, que la tía María tiene tocino, pero es de ella y
no comparte con nadie ni el tocino añejo.
Un suponer:
Los ricos
nuevos andaluces juntaron lo que juntaron gracias a que, de agradadores de los
ricos viejos. pasaron a alcahuetes y reidores de sus chistes antes de que los
nombraran administradores de las fincas de los señores.
Ahora sigue
siendo la cosa como en tiempos terremotos, chispa más o menos.
Los que mandan
en Andalucía como alcaldes, consejeros de la junta o administradores de entes
autonómicos se han colocado gracias sus encomiásticas alabanzas y su lealtad a
los señores políticos, la renovada casta dueña de las voluntades, el destino y
el pan de los andaluces.
Ya es muy viejo
para aprender pero, si no lo fuera, a Rajoy le convendría estudiar un curso intensivo
en Andalucía para que aprendiera lo que vale un peine.
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