“Dichosa edad y
siglos aquellos…” cavilará de aquí a que
pase poco tiempo un viejo nostálgico
que, como no tiene futuro y husmea que se acaba su presente, se refocila
recordando el pasado.
El viejo
simultanea su pasiva ensoñación con la contemplación de una escena que se
desarrolla a sus piés, en el río que se ve en la hondonada en la que empieza a
empinarse el cerro desde el que mira sin saber si ve o imagina que vé, el
puente de esqueleto metálico que cruza el río.
¿Cruza el puente
el río o cruza el río el puente?
Hubo un tiempo
en el que todavía no tenía la edad que ahora tiene, en el que hasta se obsesionaba por intentar averiguar
si lo que parecía que era era y por qué era así y no al contrario.
Aquella
temporada, le viene a su confusa memoria de ahora, en la que no podía dejar de
preguntarse si un tal Pedro Sánchez
había llegado a presidente del Gobierno engañando a los votantes, o habían sido
los votantes los que se engañaron a sí mismo creyendo que Pedro Sánchez sería
un buen presidente del Gobierno.
Ahora, sabio por
viejo, no pierde el cada vez más escaso tiempo que le queda pensando en qué es lo mejor y qué sería lo
peor que pudiera pasar.
“Lo que es
es”—sentencia el viejo—“porque así tenía que ser. “Y lo que no pasó—suspira—“no
pasó porque era imposible que pasara”.
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