Cuando le
decían caridad a esto que ahora llaman justicia social los efectos era parecidos, pero el método para que los que no tienen reciban algo de lo que les
sobra a los que tienen demasiado es radicalmente diferente.
Ni mejor ni
peor, que en la variación está el gusto, pero distinto.
El caritativo
tenía la improbable ilusión de ir al cielo después de muerto, gracias a haberle
dado en vida, al que malvivia, lo que no necesitaba.
Esa relación
directa entre el que ejercía la caridad y el que se beneficiaba de ella ha
terminado por culpa de la justicia social.
Es inevitable
que así haya ocurrido porque se ha interpuesto el Estado, que se ha
autonombrado juez de lo que al dador
pueda sobrarle y el receptor pueda necesitar.
Pero, ¿es ese
intermediario neutral cuando establece cuánto le sobra al que supuestamente
tiene demasiado y, al que le falta, tiene demasiado poco?
Es razonable
poner en duda el método porque dudar –sopesar lo que el instinto pide y lo que
a la razón conviene—es la caracteristica propia del ser humano, que lo
hace inferior a los otros mamíferos bípedos, conocidos por monos.
(En su
subconsciente , el hombre reconoce esa inferioridad ya que, para elogiar a un
niño recién nacido dice que “es muy mono” mientras que los gorilas no elogian al
gorililla calificándolo de “muy hombre”).
Si hay duda de
esa intermediación que el Estado se ha arrogado de determinar si a unos les
sobra, y cuánto le sobra,y a otros les falta y cuanto les falta, utilicemos la
clásica forma latina ¿Cui prodest?
¿Beneficia al
Estado la intermediación en esa forma moderna de ejercer la antigua
caridad mediante la moderna justicia
social?
Es evidente
que, si no al Estado, beneficia a los administradores del Estado, que son los
gobiernos.
Gracias a
detraer de los pocos que a su juicio tienen demasiado, para repartirlo entre
los muchos que los gobiernos dicen que tienen demasiado poco, ganan elecciones
de los estómagos agradecidos.
¿Y qué es ésta
llamada justicia social? Que los que menos contribuyan para sostener los servicios sociales que el Estado
administra tengan igualdad de trato que los que más aporten.
Ojalá no
lleguen a la conclusión de que tener o no tener no es la cuestión sino ¿tener
para qué?
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