Si cada ser humano es un átomo de la
Humanidad, la humanidad española es cruelmente inhumana.
¿Qué por qué?
Porque dos
españoles, Pedro Sanchez y Pablo Iglesias, serán desgraciados hasta que sus
compatriotas españoles los dejan ser felices: se resisten a dejarlos presidir el
Gobierno lo que, para ellos, seria como el beso que el Príncipe le dio a
Blancanieves al final del cuento.
¿Es que
alguno de los que los ha precedido en el cargo fué mejor de lo malos que pueden
ser Sanchez o Iglesias?
La historia
demuestra que no porque, en determinado momento, a los anteriores los echaron
de la Presidencia y lo cambiaron por otro al que también echaron por malo, para
sustituirlo por otro que resultó peor.
Un presidente
de gobierno, en España, es como los modernos electrodomésticos, que los
fabrican con fecha de caducidad garantizada.
Aquí, en ésta
desgraciada España, solo ha mandado uno que mandó hasta que murió: el Caudillo.
Puede que, si
manda Iglesias, tambíén lo hiciera hasta el día aciago en el que pase a mejor vida
y deje a los españoles tan desamparados y desconcertados que, como cuando nos
abandonó el Caudillo, se inventen una nueva democracia con la que todos los
españoles que no manden puedan estar descontentos.
Sánchez ni
siquiera ofrece esa garantía de durabilidad más allá de, si acaso, cuatro años.
Para cuatro
años de mal gobierno, pues, mejor seguir como ahora, sin gobierno.
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