Uno de los
innegables aciertos del franquismo fue el lema “España es diferente” de Fraga.
Y no porque la
diferencia que prometía el slogan intrigara tanto a los extranjeros que hicieran
colas para, como turistas, comprobar que era cierto que España era distinta de
los países en los que estaban condenados a residir.
España es
diferente, y eso proclamaba el lema de Fraga, porque los españoles no son como
los que no son españoles.
Por ejemplo:
Las recientes
elecciones en tres de los estados federados de Alemania han evidenciado que
existe un creciente sentimiento contra los extranjeros que quieren establecerse
en Alemania y, en los Estados Unidos, el xenófobo Trump hunde cada vez más
profundamente sus raíces en los electores.
Alemanes y
norteamericanos ya residentes se oponen cada vez con más fuerza a la llegada
masiva de emigrantes extranjeros.
Para la lógica
de los partidos izquierdistas españoles (todos lo son, incluyendo al PP), eso
es inconcebible.
Pero no lo es:
la llegada masiva de inmigrantes extranjeros perjudica a los pobres y obreros
de los países a los que llegan porque suelen trabajar por salarios más bajos
que los trabajadores nacionales y, en su mantenimiento, los estados se gastan
una parte sustancial de lo destinado a los menesterosos nacionales.
Entonces, ¿a
quienes benefician los inmigrantes?: a
los ricos y los empresarios porque, por menos dinero, los de fuera les hacen lo que deberían hacer
los de dentro y, además, protestan menos.
Por eso, entre
otras rarezas más, los españoles somos diferentes. Estamos en contra de los que
nos beneficia y suspiramos por lo que nos perjudique.
¿Qué
podemos hacer con nosotros mismos? Evidentemente, emigrar a algún pais de
tontos en el que a los emigrantes los traten con los mismos privilegios con
que los españoles tratamos a los que
llegan de fuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario