La gente es
buena porque es inocente o es inocente porque es buena. Sea por una cosa o por
la otra, los españoles de hoy en día parecen tan inocentes como si les faltara
un cuarto de hora para nacer y todavía no se hubieran dado cuenta de cómo es el
mundo al que están a punto de llegar.
Lo demuestra
que están convencidos de que Mariano Rajoy es Alí Babá, que formó una
asociación de beneficios mutuos con sus cuarenta ladrones para quedarse con
todo lo que era de otros porque todavía no era de ellos.
Pues no. Ni
Rajoy ha inventado lo de quedarse y repartir con los suyos lo que es de otros
ni eso de meter la mano en bolsillo ajeno acredita a Rajoy como el primer
carterista de la Historia.
En tiempos en
los que los que los que entonces mandaban hacían lo que se sigue haciendo lo
que hacen los que mandan ahora, al gobernador civil de ésta mi provincia de
Córdoba le dio por nombrar alcalde de mi pueblo a un señorito que ofreció a su
agradador o achichincle donde quería que lo colocara.
“Pos mire
uste, señorito”—le respondió el achichincle—“póngame usté donde haiga”.
Así que Rajoy,
un señor siempre encorbatado, que habla fino y no dice nunca ni una palabrota,
es y parece un señorito tradicional del que nadie se puede imaginar que haga
algo distinto de lo que siempre se ha hecho: pone a sus agradadores donde
haiga.
Y sus
achichincles hacen lo que siempre han hecho los agradadores que, en premio a
reirle los chistes a su señorito, se han podido forrar impunemente.
Pero en éstos
tiempos de ingenuos demócratas, los que aspiraban a hacer lo que hace el
agradador como premio a haber sido achichincle del que puede repartir lo que no
es de nadie porque es de todos, llaman corrupción a esa eterna realidad.
Como si, de
pronto, alguien creyera que ha descubierto el agua porque le han dicho que su
fórmula química es H2O.
No hay comentarios:
Publicar un comentario