miércoles, 9 de marzo de 2016

LA CORRUPCION

La gente es buena porque es inocente o es inocente porque es buena. Sea por una cosa o por la otra, los españoles de hoy en día parecen tan inocentes como si les faltara un cuarto de hora para nacer y todavía no se hubieran dado cuenta de cómo es el mundo al que están a punto de llegar.
Lo demuestra que están convencidos de que Mariano Rajoy es Alí Babá, que formó una asociación de beneficios mutuos con sus cuarenta ladrones para quedarse con todo lo que era de otros porque todavía no era de ellos.
Pues no. Ni Rajoy ha inventado lo de quedarse y repartir con los suyos lo que es de otros ni eso de meter la mano en bolsillo ajeno acredita a Rajoy como el primer carterista de la Historia.
En tiempos en los que los que los que entonces mandaban hacían lo que se sigue haciendo lo que hacen los que mandan ahora, al gobernador civil de ésta mi provincia de Córdoba le dio por nombrar alcalde de mi pueblo a un señorito que ofreció a su agradador o achichincle donde quería que lo colocara.
“Pos mire uste, señorito”—le respondió el achichincle—“póngame usté donde haiga”.
Así que Rajoy, un señor siempre encorbatado, que habla fino y no dice nunca ni una palabrota, es y parece un señorito tradicional del que nadie se puede imaginar que haga algo distinto de lo que siempre se ha hecho: pone a sus agradadores donde haiga.
Y sus achichincles hacen lo que siempre han hecho los agradadores que, en premio a reirle los chistes a su señorito, se han podido forrar impunemente.
Pero en éstos tiempos de ingenuos demócratas, los que aspiraban a hacer lo que hace el agradador como premio a haber sido achichincle del que puede repartir lo que no es de nadie porque es de todos, llaman corrupción a esa eterna realidad.

Como si, de pronto, alguien creyera que ha descubierto el agua porque le han dicho que su fórmula química es H2O.

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