Nunca podrá
agradecer el hombre a la promiscuidad lo que debe a esa práctica que en la
democracia tiene tan buena fama en España como mala la tuvo en tiempos del
Invicto.
En general,
promiscuidad procede de dos términos latinos: pro y miscere. El primero indica
una predisposición a algo y, el segundo, es el verbo “mezclar”, por lo que promiscuidad quiere decir estar a
favor de la mezcla, de que los chivos se junten con las cabras.
Sin
promiscuidad y sin incesto, ese entretenimienton que solo se juega en familia,
el hombre hubiera durado sobre la tierra un cuarto de hora porque nos enseñaron
que Dios hizo a Adán y Lilith, su primera esposa, de barro.
Y, como
Lilith reclamaba el derecho que le daba la igualdad que le otorgaba su unidad
de oritgen con Adán, se escapó a Mesopotamia para hacer con los ángeles caidos
lo que Adán no le permitía: hacerlo en posturas distintas a la cansina
misionera.
Así que Dios
modificó el procedimiento y decidió que haría a Eva tomando como materia prima
no el barro´, sino una costilla de Adán. Era una manera de sentenciar que, como
la mujer procedía del hombre, al macho debería someterse.
El entonces
presente de la humanidad se convirtió en futuro gracias a que la mujer sometida
tuvo con el hombre sometedor dos niños: Abel y Caín.
Pero ni una
niña. Ya me dirán ustedes cómo, sin promiscuidad ni incesto podrían haber
enseñoreado con sus descendientes el mundo que Dios les había regalado para que
lo poblaran.
La
promiscuidad fue la razón y la causa de muchas disputas posteriores y, sin
promiscuidad, las radios y telenovelas no habrían tenido razón de ser ni
provocado los mares de placenteras lágrimas de televidentes y radiooyentes.
¿Y en los
momentos actuales, en los que los españoles vivimos sin vivir en nosotros
mismos porque no tenemos gobierno, qué sería de España sin promiscuidad y
enviciados en el incesto?
Porque los
partidos políticos españoles solo se juntan con los que sean de su misma sangre
ideológica y está mal visto que, comprometido con un partido particular, tenga un
desahogo con otyro distinto.
Afortunadamente,
los del PSOE sospechan que los de Ciudadanos les están o podrían estar
poniéndoles tachito con otros y los de Ciudadanos temen que los del PSOE traman
coronarlos con la cornamenta de un venado cincuentón.
Y es que la
promiscuidad, al fin y al cabo, no es lo mismo en la vida política y en la privada,
en la que es a veces un estímulo para eternizarla.
Los celos,
que pueden hacer añicos a la pareja mejor avenida, también pueden anteceder a
esos momentos de ardorosa conjunción en los que se suelda con más consistencia
el tiesto agrietado.
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