MAMELUCOS
Aquellos
mamelucos a los que el sordo Goya pintó dando sablazos (de verdad, no
timándolos) a los insensatos españoles que se pelearon con los franceses porque
el emperador francés había comprado lo que el rey de España le había vendido,
siguen sableando a España.
Lo que pasa es
que ahora no se disfrazan con turbantes, sino descamisándose y huyendo del agua
para lavarse como el diablo huye del agua bendita y, en vez de conocerlos
como a aquella belicosa tribu de origen turco traída desde Egipto por Napoleón,
se llaman podemitas.
Pero ya llevan
una temporada dándoles sablazos a los españoles, es decir, timándolos.
Como los
afrancesados de la época, cuentan con el respaldo de otros españoles que, por
si fuera poco, están además encuadrados en ese Partido Socialista Obrero
Español, por añadidura.
Dicen estos nuevos
mamelucos y sus secuaces socialistas que el enemigo de verdad de ésta España en
permanente peligro de extinción son, cómo no, los españoles que no son como
ellos.
¿Y quiénes no
son españoles como los españoles socialistas y los amamelucados podemistas”.
Los siete
millones largos de votantes que, como prueba evidente de su antiespañolismo,
tuvieron la desfachatez el pasado diciembre de votar al Partido Popular, que ni
siquiera se llama Partido Popular Español porque no le han añadido la E a su
sigla.
Por lo tanto,
los mamelucos y sus secuaces socialistas lo tienen claro: como no estaría bien
visto que se cargaran a los siete millones y pico de españoles antiespañoles,
hay que hacer como si no existieran ahora, ni hayan existido nunca.
Muerte civil,
si no es posible muerte biológica. Café de achicoria si no hay café de
Colombia.
¿Y con los de
Ciudadanos, qué hacemos con los de Ciudadanos?
Esos no son
malos ni buenos, ni siquiera regulares de Ceuta. Son como la sábana blanca con
agujeros en la capucha que quiere hacerse pasar por fantasmas y, en vez de
miedo, dan risa.
Son los de
Ciudadanos, si es que de verdad son algo más que una entelequia, el manchón
velludo que la Bernarda lleva en su entrepierna.
Así que, como
el imprescindible marqués del quiero y no puedo en las juergas flamencas, que
se queden calladitos y paguen, mientras socialistas y podemistas le meten mano
a la mocita bailaora.
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