Leo en la
prensa, que es como me entero de lo poco que me entero porque la calle está
atiborrada de torvos enemigos que me la tienen jurada, que la Junta de
Andalucía tiene 1.800 empleados que no le dan un palo al agua.
Me parece
increíble porque creía que, quedándome corto, el número de los que cobran en
Andalucía por lo que votan y no por lo que hacen, habría que multiplicarlo por
cien, como mínimo, para estimar los estómagos agradecidos de la Junta.
Pero siempre lo
malo puede empeorarse ¿y los que cobran de la Junta por hacer algo, que más
valdría que cobraran sin hacer nada?
Por ejemplo:
los que guardan y mantienen limpitos los innumerables edificios que la Junta
posee porque financia su construcción, aunque solo sirvan para emplear gente
que los limpie, cuide, conserve y vigile.
A los
andaluces, que somos todos parecidos al Regalito de Morena Clara, no se nos
debe exigir—y el que lo haga fracasará—que hagamos nada útil porque no hemos
nacido para eso, sino para jasé grasia.
Miren estos
días por televisión, pero no vayan a comprobarlo in situ, la afanosa actividad
que desarrollan en Sevilla los habitantes de la capital de nuestra autonomía y
se percatarán de que seremos la región con más paro de Europa, pero también la
que con más eficacia practica el agradable no hacer nada de provecho.
¿Y a los que
nos critiquen porque quieren que, como ellos, vivamos para trabajar?
Envidia. Ladran
porque cabalgamos.
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