La cuestión no
es si los jóvenes españoles están o no capacitados para votar a los 16 años.
La gran duda
que nos asalta a los que nos llaman humanistas porque nos preocupa todo lo que
preocupe al ser humano, sean del pais que sean, es si los españoles de
cualquier edad están capacitados para votar.
Si, como
decidieron ayer los políticos en el Congreso de los Diputados, los jóvenes
españoles deben votar a partir de los 16 años, lo que está claro es que rebajar
la edad conviene a los políticos.
¿Quien debería
poder votar para que su opinión beneficie a la totalidad de sus compatriotas?
Es evidente que
estarían capacitados los que, capaces de resolver sus propios problemas,
aporten los beneficios de esa capacidad a la solución de los problemas de los
demás.
¿Cumplen ese
requisito los españoles menores de 16 años, que en su mayoría dependen de sus
padres y/o del Estado, (del que la mayoría de los padres también dependen), que
les permitiría votar asuntos de interés general?
Entonces, ¿quién
debería votar en las elecciones?
Evidentemente,
solo los que se las rebusquen por sí mismos, sin que tengan que sobrevivir porque sus padres, el Estado o los padrinos sean los que les ponen la comida en el
plato, para que no se mueran de hambre.
¿Qué eso sería
el antidemocrático voto censitario?
Pues vale, pero
eso demostraría que el que tiene derecho a decidir aporta lo que le corresponda
al bienestar general y que no se limita a usufructuar lo que los otros aporten.
Y al que nada
aporta porque solo se beneficia de lo
que los demás contribuyan, que por lo menos agradezca lo que le dan, y no lo
condicione.
No hay comentarios:
Publicar un comentario