Aunque no sea
jueves, este domingo de mayo reluce más que el sol.
Es el día de la
procesión del Corpus Christi, una de las
tres festividades que a los cristianos les parecían de más relumbrón que la
fecha en la que cobraban la paga, su torero había salido a hombros o su equipo
había goleado a su eterno rival.
El calendario
laboral ha desplazado a domingo éste día para que, al coincidir con un festivo
laboral, no se sume a las festividades del trabajo, la constitución o los lunes
de resaca posferiales.
Y es que el
hombre de ahora no ha venido al mundo para alabar, servir a Dios y mediante ello
salvar su alma, como creía el antiguo San Ignacio de Loyola.
Los modernos
santos laicos que son lo políticos han impuesto que la función del hombre es
votar, pagar impuestos los que los paguen y, los demás, vivir de los impuestos
que paguen los pocos que trabajen para que no lo tengan que hacer los que
trabajar no les guste.
En éste domingo
final de Mayo, el sol reluce, y no deslumbra tanto como en los jueves de Corpus
de antes.
Unas nubes amables y oportunas aspergieron ayer con su hisopo el agua bendita que todavía hoy esparcía su fresco aroma.
Unas nubes amables y oportunas aspergieron ayer con su hisopo el agua bendita que todavía hoy esparcía su fresco aroma.
La Custodia que
aprisiona la hostia que es el Cuerpo de Cristo pasa ahora sobre calles
asfaltadas y no sobre las empedradas de antes, ni ahora las alfombran con juncias aromáticas.
Si el Corpus
Christi de ahora no es el de antes,¿por qué se sirgue celebrando?
Porque cambió la
apariencia, no la esencia.
Visten sus
mejores galas hombres y mujeres que siguen convencidos de que la oblea
emplatada en la custodia es realmente el Cuerpo de Cristo, el dios conceptual
hecho humano tangible, que redujo su eternidad a la temporalidad para que
pudieran enterderlo los que solo creen lo que tocan y lo que ven.
Es como las
elecciones para los demócratas: reducen la democracia a la liturgia de votar.
Y en el Corpus
de ahora no ha cambiado tampoco lo que también distinguía al Corpus de antes:
esos niños de ahora, hombres y mujeres del futuro, que ellos cubiertos de
uniformes marineros o blancos atuendos de opereta y ellas anticipando el blanco
atuendo de la boda ritual, anteceden al Cuerpo de Cristo.
Niños y niñas
que en primavera comulgaron por primera vez y que, dentro de unos años, se
emparejarán para que la vida sobreviva a los hombres y mujeres que la
interpretan.
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