La copla
española ha vuelto a merecer en el festival de eurovisión la consideración que
le corresponde, por intentar dar gato por liebre al berrear ruidos extranjeros
y hasta en idiomas extranjeros.
¡Ay esta España
tan insatisfecha de sí misma a la que todo lo español le parece peor que lo que
no sea español!
Con el descaro
de promocionar el talento español frente a la necedad extranjera, voy a
balancear el incensario para que su aromático humo perfume el pestilente hedor
que llega del extranjero.
Mi incensario
es, naturalmente, mi primer libro publicado (”Sentencias salomónicas) en el
que, si la constitución normativa se hubiera inspirado, España sería ahora el
país feliz que nunca lo fue.
Hasta lo del
Festival de Eurovisión lo resuelve el libro, en una fórmula que daría la
utilidad de la que carece el Estado de las Autonomías.
Su única
función sería que, por orden alfabético, se turnaran en designar representante
de la totalidad del Estado (tentado he estado en decir de la Patria) al cantaor
o grupo de cantaores y comparsas que vaya cada año al Festival de Eurovision.
Un por ejemplo:
que le toque el turno a Andalucía:
Los
representantes españoles en el Festival de ese año serían un viejo gordo,
malencarado y calvo que jipara una soleá acompañado por un guitarrista arrugado, enclenque y patilludo y
una bailaora vieja, fondona y con una negra falda harapienta y aceitosa.
El decorado
sería una sábana mugrienta con un reloj sin manecillas (para representar la
inmutabilidad del tiempo).
¿Y cuando al
representante español lo designara Euskadi? Unos mozos cortarían troncos a
hachazos mientras un coro varonil de recias voces entona un tzortziko que
bailarían esbeltas jóvenes con pañuelos en la cabeza.
Lo de
Castilla-La Mancha sería el no va más: se montaría en el escenario del Festival
una trilla en toda regla: la parva en el suelo, a un lateral el aventado para
separar el grano de la granza y la voz lejana de un labriego cantado “Mi mula
va sonando/ las campanillas/y yo le voy cantando/cantes de trilla”.
Anímense los
organizadores del Festival. Con mi fórmula es imposible que les vaya peor de lo
que con la suya les ha ido.
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