Esta lluvia que cae
mansamente sobre la selva artificial de frutales que cercan a mi pueblo augura
la edad de oro en la que, después de meses de angustiosa incertidumbre,
entrarán el 26 de Junio los españoles cuando el asfixiante verano vaticine la
inminencia del infierno.
¿Mande?
Que no hay mal que
cien años dure ni mazmorra sin ventanuco por el que pueda escaparse el Conde de
Montecristo.
¿Mande?
Que después de
tanta preocupación porque en España no haya gobierno que gobierne, llegará el
momento en el que lo que angustie a los españoles será que el gobierno gobierne
demasiado.
Pero eso es una
barbaridad, un desarreglo mental, un vivir sin vivir en uno mismo.
Eso es todo eso y
más: es la insatisfacción y la envidia, es lo que diferencia al hombre de todos
los animales irracionales, desde el mosquito a la ameba que, como carecen de la
máquina de progreso que es la rivalidad, se resignan a morir siendo lo mismo
que cuando nacieron.
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