Por fin, el ocurrente Pedro
Sánchez se ha aclarado: ya sabemos que el estado federal que propone, y que en
comparación con el actual de las autonomías sería un desatino todavía mayor, consistiría en una confederación limitada de dos estados españoles: Cataluña y España, en el que tendría que encajarse el resto de los actuales estados federados en autonomías.
(Uno, se maliciaba que a Sanchez le gusta hablar a tontas y a locas, al contrario que a don Jucinto Benavente, y que no es más que un ocurrente parlanchín: dice lo que se le ocurre y después matiza o desmiente
lo dicho).
Hoy dicen los periódicos que “Los
socialistas ofrecen una reforma constitucional hacia un estado federal que
reconozca la singularidad catalana”.
Un Estado así, por mucho que lo
ignoren los cuates de Pedro Sanchez en El Pais, sería más complejo e inoperante
que el actual y ya fracasado de las autonomías porque sería:
a)Una Confederación de Estados
entre España (menos Cataluña) con el Estado Catalán y,
b) Una federación del resto de España, que se
relacionaría con el Estado Catalán a través del Estado Español (sin Cataluña).
Y, a efectos prácticos, ¿qué supondría?
Que un peluquero de, pongamos
Secuéllamos, tendría que rotular su barbería de acuerdo a las normas de su comunidad autónoma, que debería conciliarlas
con las de las otras autonomías (excepto Cataluña) y, posteriormente, el Estado
Federal Español (o autonómico) conciliarlas con las del Estado Confederado
Catalán.
¿Qué consecuencias cabe esperar de
la ingeniosa propuesta de Sánchez?
1.- Que después de que entrara en
práctica los españoles nos entenderíamos menos que ahora, que ya no nos
entendemos nada.
2.-Que dentro de cien años se
podrán hacer películas como las que los americanos hacen de su guerra civil
que,(a ver si nos enteramos), no empezó por la liberación de los esclavos
negros que ocurrió al tercer año de la guerra.
El cañoneo de Fort Sumter, con que
empezó aquella guerra, lo provocó que hubiera estados partidarios de su propia
soberanía particular y otros que defendían una única soberanía nacional para
todos los estados de la Unión.
Así que Pedro Sánchez seguramente
habrá hablado nuevamente sin saber lo que dice, o quiere que la guerra
dialéctica en la que llevamos desde poco antes de que se muriera el Invicto
suene más fuerte que las tracas de las Fallas de Valencia.
Algo queda claro: que Sanchez,
callaíto, mete menos la pata que cuando habla.
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