Están
preocupados últimamente los humanos por asuntos baladíes como la corrupción, la
desigualdad o el campeón de la liga de fútbol.
Tan absortos
andan con esas tonterías que ni se les ocurre que, si hay algo que requiere una
concertacion mundial de los grandes cerebros de la humanidad, liderados por el
mío, es resolver qué hacemos para regular el incesante aumento de la población
mundial.
Hasta ahora, y
gracias a los grandes cataclismos naturales y las frecuentes guerras
sanguinarias, el depósito de almas de los idos había satisfecho la demanda de
los nacidos.
Pero, como cada
vez muere menos gente y nace cada vez más (no porque aumente la productividad
de las fábricas de recién nacidos que son las mujeres, sino por el incremento
en el número de fábricas), disminuye alarmantemente la disponibilidad de almas
para animar los cuerpos.
Hay que poner
pié en pared cuanto antes para que eludir las consecuencias de ese necesario
equilibrio entre niños dispuestos a nacer y almas disponibles para animarlos.
Los niños sin
alma serán zombies, muertos vivientes deambulando entre los cada vez más
escasos cuerpos con alma, para arrebatársela una vez muertos.
Mucho ha
degenerado la situación desde que la disponibilidad de almas, gracias a que
nacían tantos o menos que los que morían, equilibraba oferta y demanda.
Para recuperar
la esperanza en la supervivencia del hombre pleno, ya es tarde pero aun está a
tiempo la humanidad de adoptar medidas paliativas o radicalmente correctoras:
A) Obligación
fiscalizada de utilización de toda clase de recursos anticonceptivos cuando el
deseo se imponga a la razón.
B) Empleo
urgente de todos los recursos disponibles (artefactos nucleares, epidemias
provocadas, reducción estricta de la producción de alimentos) para que la
demanda de almas sea porcentualmente inferior a la disponibilidad de cuerpos.
C)Aplicación a
las almas la fisión binaria de las amebas, para lograr la partenogénesis haploide. (Tiene el inconveniente de que aumentaría descontroladamente la
cursilería de las “almas gemelas·, de la que tanto abusa la nevelística rosa
para expresar el deseo carnal de una persona por la otra).
En definitiva,
que algo hay que hacer y que no podemos hacerlo los jubilados porque sería
competencia desleal contra los parados de larga duración.
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