Esto de las
elecciones es una distracción fútil, que quiere decir algo así como de poco
provecho, que lo mismo da descansar que no hacer nada.
Es como si a
alguien que no tiene ni idea de lo que
es el teff lo mandan a Etiopiá para que compre y traiga a España cien quilos de
ese cereal, pero sólo si es de la mejor calidad.
Pues menos experto
en teff es el enviado a Etiopía que el votante español lo es en los candidatos a
los que le proponen votar.
El que vote al
candidato Rajoy, ¿le ha comprado alguna vez pan de higo y le vendió realmente
una pasta compacta del fruto de la higuera?
El que se
decida por Sánchez, ¿quedó satisfecho con el traje que, como jefe del
departamento de ropa para caballeros en unos grandes almacenes, le recomendó?
¿Estuvo en la
mili con Rivera el que vote a Rivera? ¿Robó las peras que le recomendó Iglesias,
el que ahora vote a Iglesias?
Seguramente
nadie, o casi nadie aparte de sus más cercanos familiares, pondria su mano en
el fuego por el Rajoy, Sanchez, Iglesias o Rivera por el que un tórrido día de
finales de Junio abandonara la plácida paz de su hogar aireacondicionado para
echar un papel por la ranura de una urna.
Así que si eso
de las elecciones es un pasatiempo baladí, cuyo acierto o error depende del
futuro que sólo Dios conoce, ¿pará que escoger lo que, dejado al azar, ofrece
similares posibilidades de acierto?
Metan todas
las papeletas en una tupida bolsa, saquen una de ellas, métanla sin mirar el
nombre del partido al que pertenece, en su correspondiente sobre y désela en
mano al tío de la mesa electoral para que la meta en la urna.
Y a quien Dios
se la dé, San Pedro se la bendiga.
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