Imagínense lo
inimaginable: que hubiera en España alguien cuya autoridad fuera reconocida por
sus cualidades y no por el uniforme que vista ni por el cargo que detenta.
Y que, una noche
cualquiera, las emisoras de radio y las estaciones de televisión interrumpieran
sus programas habituales para que, en su lugar, apareciera esa persona de
autoridad y dijera: “Señores, a partir de éste momento, en España se acabó el
cachondeo”.
¿Haría falta que
los comentaristas profesionales, que lo mismo explican la bondad de la
pluralidad que la necesidad de la igualdad, aclararan lo que quiso decir?
¿Lo entenderían
los que se creen con más derecho a violar la ley que que los encargados de
hacerla cumplir?
Para confirmar o
rechazar la duda, como para revalidar cualquier formulación teórica, sería
imprescindible la experimentación práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario