Eso de que el hombre es un animal racional es tan mentira que, por si a
alguien le quedaran dudas, el referendum de Gran Bretaña se las ha disipado
definitivamente.
Han intentado convencer a los
ingleses—que tienen fama de fríos e interesados—de que les conviene seguir
manteniendo esa relación de eterno noviazgo con la Europa Comunitaria.
Como si en un par de meses se
pudiera borrar la desconfiaza a Europa que siglos de experiencia ha enraizado
en los ingleses.
De esa Europa de la que el
referendum puede que los libre, llegaron a Inglaterra amenzas constantes a su
independencia de tiranos normandos, franceses, alemanes, españoles y holandeses
a los que, después de derrotarlos militarmente, confinaron en sus países para
librarse ellos y librar a Europa de sus tiranías.
Los siglos, sus reyes y sus
dirigentes políticos han logrado convencer a los ingleses de que desde Europa
llegan la tiranía, el extremismo, la frivolidad. el excitante café que adultera
su relajante té.
(La costumbre de disfrutar
plácidamente de la infusión de esa hierba es lo único que maridó tan bien con
los ingleses como la portuguesa Catalina de Braganza, que la introdujo, maridó
con Carlos II de Inglaterra hace cuatro siglos).
Así que el resultado del
referendum estaba cantado: pusieron a decidir a los ingleses entre la
conveniencia relativa de compartir destino con
Europa o seguir rutas distintas. Entre el interés y la emoción.
Como en todas las ocasiones en las
que se deja al arbitrio de grupos excitados decidir entre la repulsa y el interés,
pierde el segundo y gana la primera.
El 26 de Junio lo veremos aquí, en
ésta España de votantes movidos todavía más que los ingleses por emociones
volcánicas.
Y la emoción más irracional que
éste verano solanero agita a ésta España en vísperas de 26 de Junio es, si no
el odio, por lo meno la aversión contra el Partido Popular.
Los temperamentales españoles
seguro que votarán más con la emoción del rechazo que con la convicción
inspirada en la razón.
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