“El condenado
por desconfiado” es una obra que Tirso de Molina escribió en aquellos siglos de
oro en los que los españoles desconfiaban de todos y, por eso, con todos
estaban siempre en guerra.
Desde luego,
del recelo de los españoles no se libraban ni los españoles mismos: era
obligatorio rezar a voces y estaba prohibido hacerlo mentalmente y en silencio,
no fuera que el de al lado le estuvieran rezando a Alá o Yhavé, dioses
enemigos.
De la
desconfianza en el prójimo nace la sospecha nacional de que los demás españoles
son malos, o al menos peores que uno mismo.
Y, además de
desearle el mal al que es malo, ¿qué se debe hacer para que pague su maldad?
Obviamente,
no sólo desearle todas las desgracias, sino cooperar para que las sufra.
Los partidos
españoles de izquierda, que lo son todos con mayor o menor intensidad porque de
derechas no hay ninguno, aplican a sus programas políticos esa característica
definitoria de lo español.
( El Partido
Popular, además de no ser de derechas, rechaza que es de derechas con la ira
del asesino al que pillan con el cuchillo en la mano y chorreando sangre del
cadáver que yace a sus piés).
El Popular es
el único de los que concurren a las elecciones de Junio que promete bajar los
impuestos, para congraciarse con los votantes.
Se equivoca.
Porque lo que
los votantes españoles (sobre todo de izquierdas) quieren no es pagar menos de
lo poco que ahora pagan, sino que a los que pagan más que ellos los obliguen a
pagar todavía más para que, por fin, sepan lo que es ser pobres.
Esos del PP
se creen que los españoles somos como los ingleses o los americanos, tan
ingenuos que el ejemplo que proponen que todos imiten es el del “self made man”
el hombre que se ha hecho a sí mismo.
Y eso no
tiene mérito. El que trabaja y no se gasta más de lo que gane no trabaja para
vivir porque vivir es disfrutar de la vida y una vida de trabajo y sin gastar
en disfrutar lo que se gane, y algo más, es esclavitud.
¿No es mejor no trabajar, o trabajar lo
imprescindible para que parezca que lo haces, y disfrutar de lo que te den de
lo que le quitan al que disfruta trabajando?
Y eso sí: hay
que desconfiar de los que trabajan y ganan por trabajar porque parte las ganancias
las ocultan o se las llevan al extranjero.
Una
injusticia contra sus compatriotaes pobres, o menos ricos que ellos, y por tanto
con derecho a gastar lo que los que no tienen tiempo de gastarlo porque
prefieren dedicarse exclusivamente a trabajar.
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