A medida que
se acerca el fatídico 26 de Junio se desvanece el sosiego en el que malvivimos
desde que Rajoy tuvo el raro acierto de disolver las Cortes el pasado otoño.
Un gobierno en funciones es como un tigre sin
colmillos, como una víbora sin veneno. Asusta pero no mata.
¿Qué tiene de
peligroso un gobierno que gobierna plenamente porque las Cortes lo hayan
investido como poder ejecutivo y el moderadamente tolerable que está en funciones porque carece del beneplácito de
las cortes para gobernar plenamente?
Que el primero
puede proponer y hacer aprobar leyes que alteren, casi siempre para peor, la
vida de los ciudadanos y el segundo solo puede hacer cumplir las leyes ya
aprobadas, pero sin enmendarlas ni aprobar otras que esclavicen todavía más a
los ciudadanos.
Desde que
Moisés bajo del Sinaí con las diez leyes fundamentales cuyo cumplimiento
transmutó en esclavo al pueblo judío hasta entonces libre, todo cambio
legislativo ha añadido nuevas cadenas al hombre ya antes esclavo.
¿Por qué no podrían
seguir pagando los españoles los impuestos que ahora los esclavizan al Estado,
las multas por circular a más de 110, y sin fumar en las tabernas?
Si alguna vez,
Dios no lo quiera, al actual gobierno en funciones lo sucede otro con capacidad
de cambiar las leyes, pagaremos los españoles impuestos todavía más onerosos,
nos multarán por poner el coche a más de 60 kilómetros por hora y, aunque el
gobierno sea el que más se beneficie con la venta de tabaco, prohibirá fumar, y
multará por hacerlo, hasta debajo del agua.
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