Si en vez de
tener la desgracia de nacer persona humana hubiera nacido toro, sería
anti-antitaurino.
¿Por
sentimiento de repulsa a los antitaurinos? ¿Por la gloria a la que, como toro
de lidia podría aspirar y que se traduciría en sonoros aplausos de los espectadores
de las plazas de toros y que culminaría con la vuelta al ruedo después de que
me hubieran estoqueado?
Nada de eso.
Por pura y egoista conveniencia.
Imagínense los
que en su vida han visto un toro de lidia que hubieran nacido toro de lidia y
que, al pasar de becerro a toro, una de las astas llamada también cuerno le
sale chueca: retorcida, medio atrofiada o humillada hacia el suelo y no
arrogante contra el cielo.
¿Sería esa
suerte desde el punto humano suerte para el becerro bravo o su mayor desgracia?
Tiene la suerte
de que, por culpa de ese cuerno, ya no sirve para que cuatro años después se lo
carguen a puyazos del picador, picotazos de los banderilleros y espadazos del
torero.
En lugar de
eso, y como no sirve para toro de lidia, lo destinan a becerro de carne.
Poco después de
que lo indultaran, aparece por la dehesa un camión, lo hacen subir a su caja,
lo llevan al matadero más o menos cercano y se lo carga un carnicero de un
certero machetazo.
Pero, si en vez
de toro de lidia hubiera nacido persona humana, ¿morirá compadeciendo a
los que, por tener una cornamenta “comme il faut” (como debería haberla tenido)
van a morir dentro de cuatro años y en público?
Si el becerro
sacrificado en el matadero poseyera además del instinto de embestir la capacidad
de pensar, envidiaría a sus coetáneos de cuernas aptas para la lidia.
Morirán en la
plaza, pero después de cuatro años gozando la libertad de las anchas dehesas, de contemplar el mar de
encinas que a sus pies se pierden cuando desde una loma las mira, de haber
sido libres cuatro años y no solamente uno o dos meses.
Entonces, ¿por
qué los antitaurinos son antitaurinos?
Porque
desprecian cuanto ignoran.
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