La derechona
de toda la vida (PP) y la tímida derecha vergonzante (Ciudadanos) han sumado
los votos de sus esbirros parlamentarios para poner de presidenta del congreso
a una allegada, y ya se creen que porque la primera mata era de orégano, todo
el monte es orégano.
Pero si el
travieso Pablo Iglesias tuviera la mitad de la maldad que servidor tiene, sus
risas terminarían en llanto.
¿Qué haría
servidor y qué debería hacer el joven Iglesias? Lo que sospecho que no hará porque
Iglesias se las da de torvo facineroso y no pasa de hinchapelotas travieso.
En la elección
de presidente del gobierno, cargo desde el que de verdad se manda en España
porque es el que reparte los cuartos del Presupuesto Nacional, Iglesias debería
votar y mandar a sus secuaces que votaran a Pedro Sánchez, que con tal de poner
en su tarjeta de visita “Presidente del Gobierno” hará lo que le digan y hasta
lo que se imagine que le han dicho.
Súmense a
socialistas y podemitas los diputados al Congreso Español de los Diputados
mandatados por su jefes para acabar cuanto antes con España, y tendremos 169
diputados cavernícolas (PP y Ciudadanos) contra 180 diputados progresistas
(socialistas, podemitas, separatistas de distinta gradación), con lo que habría
seis de relleno para llevar, a España y al Estado Español, a donde Riveras y
Rajoyses no quieren que vaya: al caos.
En el hasta
ahora aparentemente maléfico talento de Iglesias está la decisión de que España
se descoyunte o siga desvaneciéndose de manera paulatina.
Y ni el
melífluo y ambicioso contenido, que hasta ahora ha sido Pedro Sánchez, podrá
impedirle a Iglesias que ordene a su tropa votar a su favor para presidente del
gobierno: hasta le sobran seis votos `para que el dirigente socialista pueda y
no ha podido hacer con esa cosa abstracta y pasiva conocida por España.
La España que
con el voto de sus podemitas le daría Iglesias a Sánchez dejará de ser lo que
hasta ahora ha sido, y será lo que ni el
más torvo pesimista puede vaticinar lo que va a ser.
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