Si uno fuera
hombre de acción y no de reflexión y si estuviéramos en invierno y no en
verano, encabezaría un subversivo movimiento de protesta para ponerlo todo patas
arriba.
Y es que hasta
aquí hemos llegado los andaluces, a los que solo se nos requiere para que
contemos chistes y digamos de vez en cuando “arsa”.
Estan empeñados
ahora en Madrid, ese lugar que está al sur de Santander y al norte de Córdoba,
en que investiguen las supuestas granujadas de los del Partido Popular en el
propio Madrid y en Valencia.
De lo que se
trata es de colgar a ese partido y a sus mandamases el sambenito de
delincuentes, ese letrero que colocaban del pescuezo a los que iban a ser
quemados por la Inquisición, para ver si así deja de ganar el PP tozudamente
las elecciones.
Y a mí eso me
parece muy bien porque lo mismo que no hay sacrificio más grato a Dios que el
de la muerte de un tirano, no hay nada más placentero para los que obedecemos
que escupir en los restos del que nos mande.
Pero, ¿por qué
solamente al PP que lo malo que haya hecho en Madrid o en Valencia nos importa
un bledo a los andaluces?
¿Es que no hay
granujas en Andalucía que repartan entre los propios el pastel que quitan a los
ajenos?
¿No se están
llevando los socialistas la pasta de todos los andaluces no socialistas, para
dárselo a los andaluces socialistas?
Aqui, y en mi
autorizada opinión, si se empieza a quitar el estiércol de la cuadra, mientras
queden cagajones en una esquina, aunque sea la que está al sur de la que queda
al norte, la cuadra seguirá hecha un lodazal.
Que le metan
mano a los ERES, los cursos de formación, la compra de voluntades para que un
voto vaya a una urna y no a otra y que, a quien Dios se la dé, San Pedro se la
bendiga.
Pero una
advertencia: no hay que precipitarse porque, si después de tantos siglos
dedicados a la maleancia nos hacemos honrados de golpe, nos vamos a encontrar
incómodos, como si al mirarnos al espejo viéramos la cara del santo que no
somos en lugar de la del granuja que somos todos.
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