No tiene más remedio que haber un
virus mental que, como los que provocan enfermedades en el cuerpo humano,
desequilibran la razón de los que lo padezcan.
Una investigación inacabada se
inició en España durante la dictadura y se interrumpió con la llegada de la
democracia porque los fondos estatales que lo financiaban se desviaron a
comprobar una teoría revolucionaria: que el individuo es solo el sumando en el
resultado de una suma.
En mala hora se estableció que
todos los individuos son iguales porque ese dogma estableció que la unidad era
solamente la singularidad repetida.
Una consecuencia inevitable fue
que si el mayor número de individuos coincidían en que algo era verdad, los que
discreparan de la mayoría estaban inexorablemente equivocados.
Pero, ¿y si alguno de los implicados
en esa sustitución de la calidad por la cantidad se sintiera defraudado en
elecciones para determinar que el que más votos reuniera sería el que mayor
parte de la verdad representa?
Tremendo dilema: o el que ganara
las elecciones representaría la verdad con más fidelidad que los perdedores o
se repetían las elecciones hasta que, en una de ellas, el resultado del
recuento de votos fuera acorde a los deseos del descontento.
En esas andamos: Albert Rivera,
autonombrado guía de una pandilla conocida por “Ciudadanos”, decidió cuando el
resultado de unas elecciones celebradas el año pasado y en las quedo cuarto no
le gustó, que si apoyara a uno de los perdedores saldría ganando más que si
respaldaba al que había ganado y, por consiguiente, portaestandarte de la
verdad votada.
Como ni en democracia ni en la
Arcadia lo que no puede ser no puede ser, se echaron otras elecciones y Rivera,
en vez de más, consiguió menos respaldo y el que había ganado las primeras
elecciones aumentó su respaldo original.
En una interesada conclusión del
análisis que debería haber hecho después de su segundo fracaso, el intrépido
Rivera ha llegado a la conclusión de que, de perdidos al río, y que si acaba
ahogándose, que se ahoguen todos, como se ahogaron las bestias y los hombres
que no consiguieron pasaje en el Arca de Noé.
Como alguien no ponga pié en
pared, éste estado electoral al que ha degenerado el estado democrático
evolucionará a la perfeccion terrenal: El Estado del Cachondeo.
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