Por lo que se
lee y se oye desde principios de este año, Espàña está viviendo, y lo que le
queda todavía, en una situación anómala.
Y todo porque,
lo que hasta finales del año pasado se consideraba normal, no lo es desde entonces:
no hay gobierno con capacidad para dictar normas más lesivas para los obligados
a cumplirlas que las que ahora ya los esclavizan.
¿Y si esta
situación anómala persistiera indefinidamente hasta que la ausencia de tiranía
gubernamental se consolidara como norma?
La España
eterna, que desde que empezó su eternidad nunca ha dejado de estar sometida a
los caprichos del tirano de turno, recuperaría una situación de normalidad
cuando la ausencia de tiranía perdurara siglos.
No es decisión
que pueda tomarse a la ligera porque sus consecuencias marcarán la felicidad o
la desgracia de generaciones posteriores a la de los que ahora la tomen.
¿Podrán los
españoles actuales y los del futuro buscar por sí mismos trabajo con el que
ganarse la vida?
¿Serán capaces
de construir su propia vivienda sin ayuda estatal, para protegerse del sol y de
la lluvia?
¿Sabrán
privarse de lo que los perjudique y procurarse lo que los beneficie?
¿Aprenderán a solucionar
sus propios problemas y a resolver sus propias necesidades sin que el gobierno les
diga cómo?
Pues si no es
así, más les valdría seguir siendo esclavos y que el amo les ordene hasta la
hora de comer lo que le apetezca al amo,
piense lo que el amo piense, y desee lo que al amo le gustaría tener y no
tiene.
El amo, el
Estado y su agradador o achichincle, conocido por Gobierno.
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